Aparte de ciertos castillos, casas señoriales o grandes residencias cuya imponente arquitectura ha sido diseñada para afirmar la autoridad y el prestigio de los ocupantes, los otros elementos del patrimonio civil son generalmente muy discretos. Si se pueden ver los antiguos molinos de viento desde lejos, los molinos de agua siguen escondidos en el hueco de los valles. Lo mismo ocurre a menudo con los lavaderos. Pozos, fuentes, hornos de pan están tan integrados en el paisaje que pasan casi desapercibidos. Y hay que retorcerse el cuello para descubrir el pequeño reloj de sol que adorna un campanario o la fachada de una bella casa.
Sin embargo, este patrimonio que tendemos a olvidar con demasiada frecuencia da testimonio de un pasado popular lleno de historia y también de historias. Hay que saber parar para reconocerlo y hacerle hablar. Está dispuesto a enseñarnos tanto que sería una pena pensar que está en silencio.